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Bon dia (bona nit o bona tarda)
El otro día Jordi, un asiduo visitante, me envió un e-mail con un más que interesante
artículo sobre el manejo de la información que se hizo en España cuando se dió lo
del desastre del buque petrolero Prestige.
Es muy interesante se los recomiendo tanto para los españoles que fueron engañados por el gobierno
del PP como para el resto del mundo así saben cómo hacen los gobiernos para tergiversar los
problemas que realmente les joden.
Bon dia (bona nit o bona tarda) Fabio,
Me puse a escribir un comentario sobre el post
"Definitavemente no es el camino" y, como siempre me pasa, me fije en un
detalle del post y no en su totalidad. Aparte de que cuando leí el
artículo del Washington Post me pregunté si en el teclado de USA el símbolo $ ya
era una tecla y no shift-5. Me quedé con el tema de la manipulación de los
medios de comunicación y me acordé de un artículo de Suso del Toro en La
Vanguardia sobre el Prestige donde relata el desencuentro entre la
información que recibe el pueblo de parte de la administración del estado
junto a sus acólitos medios de comunicación y la verdad, que, por otros
medios, el pueblo conoce. Hay que estar un poco ducho en el tema para
entender algunas cosas, o ser de las provincias españolas, pero te dejo el
link (http://www.lavanguardia.es/web/20031117/51147663526.html) hay que
estar registrado (es gratis hasta el 2004). Te lo transcribo, para ahorrar
spam:
"Hay un antes y un después del "Prestige" en el periodismo en España. La
información sobre las causas y consecuencias del naufragio, y sobre las
actuaciones del Gobierno y las reacciones políticas y sociales, ha sido la
piedra de toque que ha descubierto el verdadero oro del periodismo y ha
desvelado la trampa de los medios de comunicación que han actuado como
propagandistas. Que ha separado nítidamente el agua clara informativa del
aceite petroleado de la manipulación y la propaganda. Lo que ocurrió con
la información posterior sobre la participación española en Iraq ya se había
dado antes con la información sobre el monumental desastre ecológico.
Es en los momentos extremos cuando todos nos retratamos de modo más
nítido.
Lo que ha hecho de la cobertura informativa de ese evento un trance para
el periodismo ha sido la reacción política de la Administración: decidió
responder ante lo que era un problema de gobierno, algo que había que
gestionar, enfrentando el problema real con una respuesta partidista,
transformarlo en una batalla política con la oposición. Enfrentar un
problema de gobierno como un problema partidario. Ello dejó sin la
cobertura del Estado a la costa afectada y a los ciudadanos, pues el Gobierno se
retrajo de lo que sucedía en la realidad y, cuando dio respuesta, fue
tardía y chapucera. Y ello planteó un conflicto a los medios de comunicación; se
creó un dilema, informar o plegarse a las órdenes y deseos de la
Administración.
Hay para mí un momento en el primer mes de la catástrofe que desvela mucho
de lo ocurrido. Un periodista interpela al presidente del Gobierno, señor
Aznar, sobre lo que está ocurriendo en la costa y el presidente le
responde con otra pregunta: "¿Cuántas primeras páginas tuvo el 'Mar Egeo'?". El
periodista lo ignora y entonces el presidente le responde rotundo,
"¡Dos!", mostrándole dos dedos al periodista. Es decir, en medio de un enorme
desastre que estaba castigando las Rías Altas, a punto de entrar ya en las
Rías Baixas, y que amenazaba toda la costa gallega, parte de la
portuguesa, todo el Cantábrico peninsular y parte de la costa francesa, el presidente
no quería que la prensa se ocupase del tema.
Parece evidente que la prensa sabía mejor cuál era su deber que el
presidente. En consonancia con esa actitud gubernamental, la
Administración llevó adelante una auténtica campaña para controlar la información que
salía desde Galicia. Sin duda no habría intentado responder de ese modo al
problema si no hubiera creído que era posible. El Gobierno confiaba en su
amplio dominio sobre el sistema de los medios de comunicación español,
contaba con el control absoluto de los medios públicos y con el control o
la sumisión cómplice de otros privados.
Merece un estudio atento el grado de miseria a que llegaron algunos medios
de comunicación y periodistas. Un repaso a portadas y titulares estaría
lleno de colorismo, desde el titular con que abría el año un periódico
gallego al mes y medio del hundimiento, en plena gran marea negra, "Lluvia
de millones", hasta las portadas que reproducían acusaciones del partido
gobernante a Nunca Máis, a quienes no se preguntaba por su versión de las
acusaciones.
Esta Administración demostró una idea bien miserable de la prensa y sus
posibilidades. Pensaba que la fuerza de la noticia no bastaba para abrise
paso hasta la gente a través de los medios de comunicación que no
controlaba. Creía que el público que seguía informativamente los medios
controlados y el público que seguía a los libres eran co-mo dos campos
herméticamente separados. Que la gente que veía un canal de televisión o
una emisora de radio, o leía un periódico, no comentaría lo que sabía con la
gente que tragaba la papilla propagandística oficial. Como si las personas
diversas no conviviésemos en los centros de trabajo, en las familias, en
la vida social...
En el fondo, el desprecio que le inspiraba la prensa también se extendía a
los ciudadanos, como si fuesen realmente ovejas dispuestas a llevar
anteojeras y dejarse llamar estúpidas. Los posteriores resultados
municipales quizá le hayan confirmado a estos gobernantes que era como
ellos imaginaban, pero no es cierto; muchas personas les votaron por un cálculo
político, pero sabiendo lo que se había hecho mal.
El caso es que todo se acaba sabiendo y la necesidad de información veraz
hizo que la gente buscase fuentes distintas de información y que los
medios controlados perdiesen audiencia y los medios más libres la ganasen. Ya no
hablo de la pérdida de crédito profesional. Cuando alguien pierde el
crédito en su profesión, pierde su patrimonio verdadero, pero cuando un medio
periodístico, cuya profesión es contar lo que ocurre, pierde su crédito,
entonces ya no es prensa, es propaganda. Es un medio del poder. Y no es
precisamente "el quinto poder", sino instrumento de la política de un
grupo de poder.
Este Gobierno demostró tener una idea del mundo actual, de la lógica y las
capacidades de las tecnologías de la comunicación, que es sorprendemente
obsoleta. Parece que desconocía la existencia de Internet con todas sus
posibilidades para difundir información. Creía que podría ocultar una
catástrofe tan enorme, que podía barrer más de 80.000 toneladas de fuel
muy contaminante bajo la alfombra. Y también demostró entonces hasta qué punto
su idea de nación-Estado es rancia y está anclada en el siglo XIX. Imaginó
brutalmente a Galicia no como una ciudadanía, sino como un territorio con
sus habitantes, una "reserva" a la que se podía aislar, y creyó que las
noticias no saldrían del territorio aislado.
No bastó el irresponsable ocultamiento en la información oficial de lo que
estaba sucediendo y de lo que se acercaba: toda aquella sucesión de
"galletas", "lentejas", "hilillos" y desmentidos de la realidad que
dejaban a los marineros inermes. Además de ocultar información, creó un "cordón
sanitario" informativo, quisó impedir que la prensa independiente
informase.
Para ello llegó a poner dificultades y prohibir incluso el acceso a
lugares especialmente afectados por la marea negra a los medios de comunicación
independientes.
Hay numerosos testimonios de periodistas españoles y extranjeros que
detallan que se les impidió acercarse a una isla, a una parte de la
costa...
Se resume todo en la prohibición, que me parece ilegal, a una avioneta de
una cadena de televisión de sobrevolar una gran mancha de fuel en el mar.
Igual que el presentador del "Telediario", señor Urdaci, se presentó un
día saludando desde la cubierta de un barco de guerra, así el Gobierno
pretendió "militarizar" la información. A través de los medios de comunicación que
manejaba, comunicó una realidad paralela a la catástrofe, un lugar virtual
donde no había marea negra, y pretendió encerrar en esa burbuja a los
ciudadanos.
Fue precisamente el descubrir la falsedad de ese mundo virtual lo que
encendió a la ciudadanía que, inesperadamente, ocupó las calles de Galicia
gritando "nunca máis". No fue la desgracia, el desastre, fue la respuesta
gubernamental, aquella propaganda ofensiva. El conflicto vivido y las
lecciones que ha aprendido la ciudadanía, entre ellas a recibir con oídos
y ojos más críticos la información, hacen que el periodismo como profesión,
y como actividad industrial regida por un deber ético, se haya rejuvenecido
y cobrado nuevo vigor. Y quizá lo haya tensionado y mejorado.
Si excluimos a los medios de comunicación que han cambiado su actividad
por la propaganda, creo que el periodismo en España es mucho mejor desde hace
un año. Y los lectores, radioyentes e informadores, la ciudadanía, han
conocido también la grandeza del oficio y el valor de la verdad informativa. Eso
sí, el trabajo del periodista continúa siempre, también en este tema. Seguimos
sin saber casi nada. Ni quiénes son los responsables de la catástrofe ni
sus consecuencias. Pues la mayoría absoluta ha impedido crear comisiones de
investigación en Santiago y en Madrid, sólo el Parlamento Europeo, donde
no hay esta mayoría absoluta, ha estado a la altura y ha creado una comisión.
Pero el periodista no necesita esperar a comisión alguna, puede lanzarse a
averiguar lo que ha pasado y está pasando en el mar, en las lonjas, en las
piedras, en los fondos marinos. Y para ello tendrá que preguntar aquí y
allí, incluso escrutar las entrañas de los peces."
Nada más que un saludo y "salut".
Jordi
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