27/03/2017 - 10:30:00 por Fabio Baccaglioni
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De todas las operaciones militares de la Segunda Guerra Mundial hubo una en particular que fue distinta a todas y que tranquilamente podría haber terminado la guerra antes de lo que al final sucedió.
Para fines de la guerra, a mediados de 1945, los EEUU estaban constantemente lanzando ataques de bombardeo sobre las ciudades japonesas, ataques incendiarios sobre la población civil, ataques destructivos sobre las fábricas, básicamente desmoralizando al pueblo japonés en preparación para una posible invasión (
Operación Downfall, más de 6 millones de tropas involucradas si se hacía).
Pero por otra parte surgió una idea más coherente que destrozar civiles a pura bomba: matarlos de hambre. Así de cruel como es la guerra, antes de las dos bombas nucleares ya había una forma de aniquilar la resistencia que ofrecía Japón y estaba en marcha.
La Operación Starvation (hambruna, inanición) consistía en plantar minas marinas para impedir el flujo de barcos que reabastecían Japón, o más bien, lo que quedaba de la marina mercante ya que los submarinos habían logrado limpiar la región del sudeste asiático de buques nipones.
El almirante Chester Nimitz quería ampliar las operaciones navales minando todas las costas japonesas, que ningún barco pudiera atracar, para ello le insistió al ejército, que en aquella época administraba la aviación, para que le dedicase una fuerza especial para tal tarea.
Para el general Henry Arnold esto era algo que debía hacer la naval pero como era prioridad de ellos designó al general Curtis LeMay para llevarlo a cabo.
Con 160 aviones de la 313 ala de bombardeo LeMay ordenó, a partir de Abril de 1945, sembrar el mar con unas 2000 minas flotantes. Los aviones en cuestión, B-29 Superfortresses, volarían de noche, a relativa baja altitud, utilizando radar para localizar cada mina donde la iban sembrando.
Luego del entrenamiento específico para los pilotos, la modificación de los aviones para esta misión, y las pruebas realizadas para ver si era viable se comenzó el 27 de Marzo (hace hoy exactamente 62 años!) a liberar unas 1000 minas por paracaídas que tenían tanto detonadores magnéticos como acústicos, luego siguieron varios miles más también con detectores de desplazamiento de agua (imagino que detonarían hasta con un tsunami
).
Lo interesante de esta forma de sembrar las líneas de suministros de minas es que el costo era extremadamente barato, un avión podía hacer el trabajo mucho más seguro, durante la noche, que un lento submarino, volver y al día siguiente seguir lanzando minas.
Pero no sólo por la eficiencia al lanzarlas, además por la efectividad militar, dañaron más barcos que en toda la guerra, así es, las minas, y no los bombardeos o combates navales, hicieron estragos en las líneas de suministros por mar.
La logística japonesa se fue a pique cuando todos sus mayores puertos estaban completamente minados, no podía ingresar ninguna carga y cualquier carguero cercano corría peligro de hundirse antes de ver el puerto siquiera. Para lo que quedaba de la guerra de las 47 rutas principales 35 estaban completamente clausuradas.
En Kobe el tráfico marítimo bajó un 85% y de las 320.000 toneladas transportadas en Marzo para Julio eran apenas 44.000. Los hundimientos crecieron y en los últimos seis meses de la guerra las minas hundieron más tonelaje que todo lo hecho por el bombardeo estratégico y submarinos alcanzando unas 1.250.000 toneladas de barcos, unos 670 en total.
Lo interesante es que apenas necesitaron el 5.7% de los vuelos de los que partían con rumbo a Japón, 1529 misiones y 12.135 minas después con quince B-29 perdidos solamente.
Si la operación hubiese empezado antes probablemente nunca hubiésemos visto la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, tan sólo matando de hambre a Japón éste habría aceptado la inevitable derrota, sin insumos, sin comida, sin combustible, se habría vuelto en el tiempo al Japón aislado de la época de los Shogunes.
Fuentes:
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